ARGENTINA / Las Malvinas son argentinas / Escribe: José Pedro Bustos





Hace ya 30 años los argentinos vivimos la guerra en las Islas Malvinas. Sólo dos días después del paro general de actividades ordenado por la Confederación General del Trabajo, que desembocó en una brutal represión militar-policial y con el encarcelamiento de los principales dirigentes de la central de los trabajadores, la última dictadura militar resolvió invadir las islas Malvinas, usurpadas por los ingleses desde el año 1833. 



Desde el año 1980, se observaba un deterioro creciente en el poder que ejercía el gobierno militar. Existía un descontento creciente en el orden interno, reflejado en algunas huelgas de trabajadores, y en la paulatina recomposición -aun en la clandestinidad- de los partidos políticos. A su vez, en el orden internacional, aumentaba la presión de gobiernos y organizaciones sobre el gobierno militar, por el feroz genocidio y las permanentes violaciones a los derechos humanos que cometían. 

Si bien la inmensa mayoría de los argentinos estaban hartos de soportar la dictadura que regía los destinos de nuestra nación, aparecieron sensaciones encontradas respecto del conflicto bélico en sí mismo. 

Por supuesto que no puedo hablar por todos los argentinos y ni siquiera por todos los compañeros de nuestro espacio político; pero sí recuerdo como mensaje que a mi me pareció elocuente del sentir popular, el canto de la Plaza de Mayo en aquellos momentos: “Galtieri, Galtieri prestá mucha atención Malvinas Argentinas el pueblo con Perón”. En otras palabras, la “causa Malvinas” es común a todos los argentinos, pero ello no significaba de ningún modo brindar un apoyo al régimen militar genocida. 

30 años después de aquellos acontecimientos, continuamos con la necesidad de recuperar de una vez y para siempre nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas. 

Aunque está demás decirlo, el camino que elegiremos para la recuperación de parte de nuestro territorio nunca más será el de la fuerza. 

Sin embargo, a partir de esta coincidencia común, aparecen distintas metodologías en el horizonte, para lograr este objetivo. 

Hace poco salió publicada una solicitada en distintos medios de nuestro país, suscripta por distintas personalidades autodenominadas intelectuales. Allí se pretende aportar un camino único y novedoso para la recuperación de las Islas Malvinas: el consentimiento de los isleños. Esta propuesta fue acompañada por numerosos integrantes del arco opositor. 

Recordemos que las Islas Malvinas tienen actualmente unos 3.200 habitantes, de los cuales aproximadamente el 80 % de ellos son ingleses implantados allí o descendientes de ingleses nacidos en las islas. 

A partir del conflicto bélico de 1982; Inglaterra dejó de considerar a los kelpers ciudadanos de segunda, para pasar a considerarlos ciudadanos plenamente ingleses, es decir, no tienen la nacionalidad isleña (ni Malvinas, ni Falkland). 

En síntesis, a mi criterio, la propuesta elaborada por las personalidades referidas peca de profunda ingenuidad. No puede hablarse de autodeterminación de un pueblo que no es nativo del lugar y no se puede pretender que ciudadanos ingleses aprueben pasar a ser considerados ciudadanos argentinos. 

Por otro lado, la Presidenta de la Nación, está desarrollando una política pacífica y muy activa en los ámbitos diplomáticos tendente a obtener la recuperación de la soberanía de nuestras islas. 

Contrariamente a lo que ocurrió en el año 1982, todos los pueblos y gobiernos latinoamericanos nos unimos con el mismo objetivo. Hoy no tiene sentido en América Latina hablar de gobiernos de derecha o de izquierda, sino de gobiernos y pueblos que se integran. A mero título de ejemplificativo, recordemos que Brasil, Uruguay, Chile, Perú y Colombia dieron muestras de solidaridad concreta con nuestro reclamo, impidiendo que en sus puertos amarraran barcos de bandera inglesa y, en el caso de Colombia, solicitando que el tema Malvinas sea tratado en la próxima cumbre de presidentes americanos que se desarrollará en ese país, dentro de 15 días. 

Hace unos días, en una jornada que organizó el Cabildo Abierto de los Peronistas Porteños, se le preguntó a nuestro Vice Canciller, Eduardo Zuaín, si creía que el Presidente de Chile, Piñera, apoyaría explícitamente el reclamo argentino sobre las Islas Malvinas. El diplomático respondió que poco importaba esa eventual declaración pública, pero lo que si era relevante es que el gobierno chileno, por orden de su Presidente, había impedido el amarre a sus puertos de un barco con bandera inglesa. Las consecuencias políticas y diplomáticas de esa medida, explicó allí Zuaín, son mucho más importantes que cualquier declaración pública. 

Una de las críticas que se oye con frecuencia en los últimos días consiste en reprochar al actual gobierno no haber ejecutado estas acciones diplomáticas hace casi nueve años, cuando asumió Néstor Kirchner la Presidencia, en lugar de hacerlo ahora. Esto es como criticar a un ajedrecista que da un jaque mate a su adversario en la jugada número 50 y no en la número 12. 
La política y las relaciones diplomáticas son artes en donde el tiempo en que se ejecutan las acciones es esencial y, obviamente, no todo se desarrolla en los primeros cinco minutos de conversación. 



Estamos convencidos que Inglaterra se terminará sentando a la mesa de negociaciones y finalmente recuperaremos la soberanía sobre las Islas Malvinas.  

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