INTERNACIONAL / Contragolpe regional: Venezuela entrará al MERCOSUR / Escribe: Emiliano Guido






El bloque regional pasó a la ofensiva en la Cumbre de Mendoza. En respuesta al golpe parlamentario paraguayo y a la asonada policial boliviana, que tuvo los condimentos de un putsch político, los países de la Cuenca del Plata abrieron sus puertas a Venezuela, el país con mayores reservas energéticas de Suramérica.
No hay proceso de integración regional si no nos complementamos. Necesitamos más unidad política para enfrentar la crisis global”, advirtió la presidenta argentina, Cristina Fernández, al momento de epilogar, en lo formal, la Cumbre de Mendoza. A su vez, esas palabras prologaron un nuevo Mercosur, ahora con Venezuela como espada energética del bloque y sin Paraguay por unos meses, por lo menos hasta que desande su putsch parlamentario.



Ese momento, previó a la lectura del documento final del cónclave por parte del Canciller Héctor Timerman, era la contracara de lo vivido en la región apenas una semana atrás. Es decir, en apenas siete días, el proceso de integración dio un giro copernicano. Primero fue el grave retroceso del proceso democrático paraguayo y, luego, la oficialización de Caracas como nuevo socio comercial. En algunas oportunidades, las citas institucionales de los países de la Cuenca del Plata suelen empantanarse en pulseadas técnicas y aduaneras. Esta vez, en cambio, Mendoza fue sede de un doble movimiento político de carácter histórico. Paralelamente, el Mercosur decidió cerrar fronteras contra un gobierno gestado por un golpe de nuevo tipo y, además, le abrió sus puertas al Estado bolivariano; a quien, paradojalmente, la derecha continental acusa de ser “una dictadura castrista”.

En principio, la resolución de la anomalía institucional paraguaya tuvo algunos disensos entre los jefes de Estado, Cristina Fernández, Dilma Rousseff y José Pepe Mujica. Montevideo, por ejemplo, no era partidario de expulsar a Paraguay de todos los organismos del bloque, como el ParlaSur. Igualmente, la decisión de no castigar comercialmente a Paraguay tiene varias explicaciones. Si bien, el documento oficial esgrimió que “las sanciones económicas siempre la pagan los pueblos y nunca los gobiernos. Ninguno de nuestros pueblos puede sufrir por las decisiones de un sector de su dirigencia política”, las razones de una condena soft contra el gobierno del liberal Federico Franco no terminan ahí. Es decir, el Mercosur procuró evitar darle argumentos a la derecha paraguaya para acelerar la firma de un Tratado de Libre Comercio con Washington. Un hecho que no sólo fragmentaría la complementariedad regional, sino que terminaría fortaleciendo al otro gran bloque de poder continental: la Alianza del Pacífico, una especie de miniAlca (Área de Libre Comercio para las Américas, el extinto proyecto estratégico de la Casa Blanca para su frontera sur) donde convergen las administraciones de matriz más conservadora como el Chile de Sebastián Piñera y la Colombia de Juan Manuel Santos. Por lo tanto, más allá de evitar el rebrote del nacionalismo paraguayo, ya que Liberales y Colorados podrían culpar de cierto desabastecimiento a los países vecinos “imperialistas”, y que un cierre de fronteras comerciales con Paraguay es difícil de concretar dado la alta informalidad de su economía, el Mercosur concretó un paso estratégico al no ceder espacios geográficos y, fundamentalmente, políticos a los Estados Unidos.
Rumbo a Río. Finalmente, Río de Janeiro será el escenario donde se concrete la retrasada incorporación de Venezuela al bloque regional. Un mes será el tiempo necesario para homologar la letra chica del acuerdo comercial en los ministerios de cada país y, además, un lapso razonable para que la comitiva presidencial venezolana pueda organizar el viaje de un jefe de Estado que, por razones de salud conocidas, no puede improvisar un viaje al exterior de esa magnitud. Una cumbre especial y ad hoc que, domésticamente, le permitirá al oficialismo bolivariano capitalizarlo como un hecho positivo de su política exterior a sólo meses de la elección presidencial nacional.

Por otro lado, en las semanas que restan hasta esa cumbre, los debates nacionales sobre la naturaleza del evento transitarán, seguramente, por carriles previsibles. Las derechas argumentarán algo parecido a lo que el diputado del PRO, Federico Pinedo, advirtió apenas conocida la noticia de la incorporación venezolana al bloque: “Rechazo el ingreso de Venezuela. El presidente Hugo Chávez tampoco cumple con la cláusula democrática por sus ataques a la prensa libre”. Habría que recordar algo: Chávez no se suma al Mercosur, sino que lo hace Venezuela. Más allá de las connotaciones ideológicas que puede disparar el presente venezolano, el país caribeño es la mayor plaza petrolera del subcontinente. ¿Con qué variables se puede, entonces, despreciar su membrecía en un contexto global de crisis de la matriz energética dominante?
Golpe a Golpe. El derrocamiento del presidente paraguayo Fernando Lugo no fue el único movimiento destituyente que se registró en Suramérica durante los últimos días. Una sospechosa huelga policial boliviana fue caracterizada por el gobierno de ese país como “el embrión de un intento de golpe de Estado”. La mirada de Evo Morales puede ser acusada de conspirativa o falsa para deslegitimar un reclamo gremial. Pero varias fuentes, tanto periodísticas como políticas, coinciden en ratificar la gravedad de la acusación. “El ambiente estaba crispado. Anoche se escuchaba la detonación de bombas de estruendo y los gobernadores de la Media Luna estuvieron bravuconeando en la televisión”, le dijo a Miradas al Sur un periodista argentino que testimonió las angustiantes horas vividas esta semana en La Paz por la asonada de los uniformados.

“La caída de Lugo, como toda crisis política, desnuda los cambios que se están produciendo en la región desde que Barack Obama definiera la Nueva Estrategia de Defensa. La decadencia de Estados Unidos hace que la única estrategia viable sea la dominación sin hegemonía, que sólo necesita la fuerza militar. Por eso, la nueva estrategia instala la violencia golpista en el centro del escenario político. La gira regional del secretario del Pentágono, Leon Panetta, en abril pasado, parece haber sido una señal que activó a las derechas”, contextualiza el analista latinoamericano Raúl Zibechi en un artículo titulado “El espejo paraguayo”. Zibechi enfatiza que “el golpe de Estado que apartó a Lugo se inscribe dentro de la nueva modalidad inaugurada con el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras por la Suprema Corte de Justicia. Es un nuevo tipo de golpe que comenzó a implementarse luego del estrepitoso fracaso del golpe al viejo estilo contra Hugo Chávez el 12 de abril de 2002. Cuando los sectores populares aprendieron a desbaratar el golpe clásico, aparece esta nueva modalidad de golpe institucional”.



Cuando finalizaba la Cumbre del Mercosur, la jefa de Estado argentina improvisó una humorada que buscó descomprimir una cita con alto voltaje político. Cristina Fernández miró al canciller argentino y preguntó en qué momento, según el protocolo, debía oficializar el cierre del cónclave mientras sostenía un pequeño martillo de madera. “Bueno, lo hago ahora. Es el único golpe que pienso dar”, advirtió. Y dejó que la pieza rebotará contra la mesa. Algunos de los presentes aprobaron el gesto con una sonrisa. Una semana atrás, nadie lo hubiera hecho.
(Semanario Miradas al sur, domingo 8 de julio de 2012)

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