INTERNACIONAL / Evangelii Gaudium: el pensamiento revolucionario de Francisco, el Papa compañero (segunda parte) / Escribe: Daniel Di Giacinti






(viene de la edición de ayer)

Una cosa es la política electoralista como medio para llegar al poder e imponer desde allí una orientación que es propia de una fracción del Pueblo argentino, y otra cosa es la política nacional que el país no puede dejar de seguir si quiere ser un Pueblo libre, soberano y grande. Para nosotros la elección es solamente un acto intermedio. El acto final es la obra; es el trabajo; es el sacrificio que debemos realizar los peronistas con la más alta dosis de abnegación…” (Política Peronista, Juan Perón)

Sin embargo cuando entendemos a las comunidades como artífices de sus destinos aparece con claridad una armonía entre el tiempo y el espacio acorde al proceso de la “construcción de pueblos”. Perón lo aclaró con claridad en El Modelo Argentino.

“…En la tarea política del país, al más alto nivel, intervienen dos instancias: la conducción política y la político-administrativa. La primera atiende a la estructura del poder, y la segunda, a la administración del país en general, además de la administración del gobierno en particular…”

“…Tres son las grandes tareas: planeamiento de lo que ha de hacerse, ejecución concreta, control y reajuste del proceso.


El planeamiento debe formalizarse para el largo plazo (varias décadas hacia el futuro), para el mediano plazo (el número de años que dura un gobierno) y para el corto plazo (un año).

El largo plazo requiere la definición de las cualidades de la sociedad que se visualiza para el futuro y la identificación de estrategias globales para alcanzarla. Tal tarea requiere la constitución de un organismo específico al cual el pueblo contribuya, a través de los mecanismos con los que cuenta y en los ámbitos que conoce. Esta entidad puede ser el Consejo para el Proyecto Nacional, a integrarse con todos los elementos representativos de la comunidad.

El planeamiento para el mediano plazo requiere ser realizado básicamente por el Poder Ejecutivo, con la participación correspondiente del Congreso.

El planeamiento del corto plazo, así como la ejecución, corresponde básicamente al equipo ministerial, salvo en las materias que hagan necesaria la intervención del Congreso a los propósitos del control superior…” (El Modelo Argentino, Juan Perón) La unidad prevalece sobre el conflicto

“El conflicto no puede ser ignorado o disimulado.

Ha de ser asumido. Pero si quedamos atrapados en él, perdemos perspectivas, los horizontes se limitan y la realidad misma queda fragmentada.

Cuando nos detenemos en la coyuntura conflictiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad.

Ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y siguen adelante como si nada pasara, se lavan las manos para poder continuar con su vida. Otros entran de tal manera en el conflicto que quedan prisioneros, pierden horizontes, proyectan en las instituciones las propias confusiones e insatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible. Pero hay una tercera manera, la más adecuada, de situarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. « ¡Felices los que trabajan por la paz! » (Mt 5,9).” (E A E G; Pag. 174)

El peronismo habla de una evolución de solidaridades crecientes, producto de la evolución positiva de la acción creativa comunitaria. Eso es lo que le permitiría a la comunidad afrontar grados crecientes de conflictividad. Por eso el peronismo habla de una solidaridad social, nacional, continental etc. Es decir es anular el conflicto por la suma de valores construidos por el acuerdo y la creación política creciente.

“…La solidaridad social es el sentimiento de aglutinación orgánica que necesitan todos los que forman la organización popular. El sentido de la solidaridad social, que lleva a la solidaridad nacional, que es otro grado mayor, es lo que nosotros debemos desarrollar en este Segundo Plan Quinquenal, en lo que se refiere a la conquista de la organización popular… ” (Juan Perón, Política Perón)

“…La solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierte así en un modo de hacer la historia, en un ámbito viviente donde los conflictos, las tensiones y los opuestos pueden alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. No es apostar por un sincretismo ni por la absorción de uno en el otro, sino por la resolución en un plano superior que conserva en sí las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna…” (E A E G; Pag. 174)

La realidad es más importante que la idea

“Existe también una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad. Es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma. De ahí que haya que postular un tercer principio: la realidad es superior a la idea. Esto supone evitar diversas formas de ocultar la realidad: los purismos angélicos, los totalitarismos de lo relativo, los nominalismos declaracionistas, los proyectos más formales que reales, los fundamentalismos ahistóricos, los eticismos sin bondad, los intelectualismos sin sabiduría.” (E A E G; Pag. 176)

Asumir el protagonismo popular en constante creatividad de su propia identidad cultural, transformando su comunidad en la búsqueda de “un pueblo en paz, justicia y fraternidad” que anhela Francisco, también significa el abandono de las “guías ideológicas y filosóficas” que marcaban una camino preelaborado o una abstención social materialista e individualista.

Esto no significa que no exista la posibilidad de que los procesos transformadores no puedan sintetizarse en teorías, sino que simplemente surgirían como síntesis de un proceso de acción política de la Comunidad y no como forjadoras de las mismas. El Gral. Perón lo dejaría explícitamente marcado en su libro Conducción Política, al explicar las relaciones entre las identidades populares expresadas como principios doctrinarios, las teorías inspiradas en esos principios elaboradas por los dirigentes y las formas de ejecución que finalmente alumbrarían la acción concreta del Pueblo y el Estado.

Siempre las teorías serían la interpretación de la voluntad popular y su esencia sería de carácter coyuntural y no estratégica. Muchas veces se vio a los objetivos últimos del Peronismo, que son la grandeza de la Patria y la felicidad del Pueblo como objetivos un poco “sosos” desde el punto de vista de las elaboradas y sofisticadas propuestas de otros pensamientos políticos. Es que lo sofisticado y revolucionario del peronismo es sentirse parte de una Comunidad toda que va delineando día a día su identidad. Por eso para el justicialismo la única verdad es la realidad, la que construimos día a día: esa es nuestra revolución.

“La idea -las elaboraciones conceptuales- está en función de la captación, la comprensión y la conducción de la realidad. La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento. Hay que pasar del nominalismo formal a la objetividad armoniosa. De otro modo, se manipula la verdad, así como se suplanta la gimnasia por la cosmética.” (E A E G; Pag. 176)


El todo es superior a la parte

“Entre la globalización y la localización también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante, miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo, que es de otros, con la boca abierta y aplausos programados; otro, que se conviertan en un museo folklórico de ermitaños localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites.” (E A E G; Pag. 176)

Las formas participativas que descansan sobre la estimulación de lograr valores de solidaridad creciente tienden a la armonización no solamente de lo individual con lo colectivo y sino que además promueven naturalmente la acción integrativa de núcleos de pertenencia cada vez mayores. Los integrantes de una familia se unen solidariamente hacia la comunidad, las familias solidarias se unirán en una Nación y las naciones solidarias emprenderán a partir de ahí otro escalón de integración hacia el continentalismo y finalmente hacia un universalismo.

“El todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas. Entonces, no hay que obsesionarse demasiado por cuestiones limitadas y particulares. Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios. Se trabaja en lo pequeño, en lo cercano, pero con una perspectiva más amplia. Del mismo modo, una persona que conserva su peculiaridad personal y no esconde su identidad, cuando integra cordialmente una comunidad, no se anula sino que recibe siempre nuevos estímulos para su propio desarrollo. No es ni la esfera global que anula ni la parcialidad aislada que esteriliza.” (E A E G; Pag. 176)

“…Los intereses de aproximación internacional han surgido generalmente a partir de problemas concretos y sin una previa visión universalista. En este sentido, no respondieron a las auténticas necesidades de los pueblos, sino a los intereses particulares de los grandes grupos de poder. Es preciso ahora revertir el proceso, elaborando a la luz de la voluntad de los pueblos los procesos que habrán de contribuir a la futura comunidad mundial. El hombre es el único ser de la Creación que necesita “habitar” para realizar acabadamente su esencia. El animal construye una guarida transitoria, pero aquel instaura una morada en la tierra: eso es la Patria…”

“…El universalismo constituye un horizonte que vislumbra, y no hay contradicción alguna en afirmar que la posibilidad de sumarnos a esta etapa naciente, descansa en la exigencia de ser más argentinos que nunca. El desarraigo anula al hombre y lo convierte en indefinido habitante de un universo ajeno. (Juan Domingo Perón; El Modelo Argentino)

Cuando la intención se hace historia

Como podemos apreciar la relación entre las propuestas de Francisco para construir Pueblo y el justicialismo es total. Pero lo difícil no es juzgar las intencionalidades sino motorizarlas con herramientas de organización política que permitan la conformación de un poder construido sobre nuevos basamentos éticos.

En ese aspecto el justicialismo puede aportar su experiencia en el intento de poner en marcha un proceso de autodeterminación comunitaria. La historia justicialista demuestra que lo más complejo de comprender son las nuevas formas orgánicas. Estas deben ordenar el libre albedrío individual proyectándolo armónicamente en una construcción común.

Sin embargo necesita resolver dos problemas fundamentales para alcanzar la nueva institucionalidad: una identidad ideológica y un nuevo concepto de autoridad. ¿Cómo definir la identidad ideológica dejando abierta la potencialidad creativa de un pueblo? ¿Cómo generar una autoridad respetando la acción creativa popular sin caer en un asambleísmo disociante?

El planteo de Juan Perón para resolver estos problemas fué acordar previamente a la acción política una serie de principios para “ver” la realidad con un mismo “lente” y una tabla de valores en común para resolver lo bueno y lo malo en las luchas políticas.

Estos principios y valores actuarían de una forma similar a los “mandamientos cristianos” logrando una unidad conceptual. Es decir el pueblo y sus dirigentes podrían pensar lo que quisieran, siempre y cuando se respetaran estos principios rectores. Esta unidad de criterios generarían una unidad en la acción que brindaría una clara identidad y direccionalidad a los procesos políticos.

La unidad conceptual también resuelve el problema de la autoridad, ya que el dirigente peronista debe respetar los mismos principios que el pueblo, por lo tanto simplemente manda el mejor de todos. El pueblo al compartir los mismos principios puede juzgar también la acción de las dirigencias en forma permanente.

Estos principios fueron interpretados por Juan Perón en los primeros años de su revolución. Las sintetizaría en las tres banderas fundamentales del justicialismo: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

Es decir que para poner en marcha una nueva forma participativa como la que plantea Francisco se debe organizar a la comunidad inculcando una doctrina común que permita la acción social multitudinaria, para que abandonando el sentido individualista y egoísta del sistema liberal, se lance en una acción solidaria luchando por la justicia social. El ciudadano debe organizarse de acuerdo a sus capacidades e inserción socioeconómica en un proceso de debate y construcción política en común, que día a día vaya construyendo la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación.


Justa, Libre y Soberana.

Claro que Francisco debe hablarles a los cristianos de todo el mundo, de los países desarrollados y los no desarrollados. Pero cada pueblo debe encontrar su camino para construir las nuevas comunidades ya que sus problemas son diametralmente distintos.

Juan Perón comprendió que para romper los lazos del colonialismo debía luchar por la organización y fortalecimiento de una economía independiente que pusiera todos los recursos y potencialidades económicas de la Nación al servicio de la lucha por la Justicia social, que le permitiría dignificar a su pueblo para luego intentar organizarlo y lanzarlo a la epopeya de construir y crear su destino.

Hace setenta años que el peronismo como movimiento nacional, viene luchando para hacer realidad lo que Francisco hoy propone. Los valores peronistas surgidos al calor de esa militancia se anidaron en el corazón de los humildes argentinos que atesoraron esos principios al calor de la dignificación humana que generó el peronismo -quizás la acción social cristiana mas importante del siglo XX- y con un grado de lealtad épica los mantuvieron incólumes ante la reacción, transformándolos en valores culturales permanentes. Falta todavía que las dirigencias políticas, sociales y culturales creen las instituciones que lleven adelante esta epopeya solidaria.

Estos intentos de cristiandad popular fueron históricamente enfrentados por la reacción gorila que defendió los intereses de la oligarquía de una manera cruenta. Al igual que los primeros cristianos, los peronistas, fueron perseguidos, bombardeados, asesinados, y en una orgía genocida sus militantes fueron desaparecidos por millares.

Por eso ante este nuevo llamado de construir una democracia social basada en los preceptos cristianos, el peronismo sabrá responder con la experiencia que le dan décadas de lucha por esos objetivos comunes. Es de esperar que los sectores que no comprendieron en su momento el mensaje del justicialismo abran ahora sus corazones al llamado de Francisco. Especialmente los sectores de la derecha católica que tejieron una matriz de complicidad doctrinaria que justificó horribles crímenes contra el pueblo peronista.

” Los aparatos conceptuales están para favorecer el contacto con la realidad que pretenden explicar, y no para alejarnos de ella. Esto vale sobre todo para las exhortaciones bíblicas que invitan con tanta contundencia al amor fraterno, al servicio humilde y generoso, a la justicia, a la misericordia con el pobre. Jesús nos enseñó este camino de reconocimiento del otro con sus palabras y con sus gestos. ¿Para qué oscurecer lo que es tan claro? No nos preocupemos sólo por no caer en errores doctrinales, sino también por ser fieles a este camino luminoso de vida y de sabiduría. Porque « a los defensores de “la ortodoxia” se dirige a veces el reproche de pasividad, de indulgencia o de complicidad culpables respecto a situaciones de injusticia intolerables y a los regímenes políticos que las mantienen ». “(E A E G; Pag. 154)

La voz de los humildes

“Por eso quiero una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La nueva evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.” (E A E G; Pag. 157)

En la Argentina los humildes tienen algo contundente para ofrecer: un cultura popular cristiana basada en los principios fundamentales que sembraron en sus corazones Juan y Eva Perón: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

Ojala todos podamos escucharlos e interpretarlos.

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