MENDOZA / San Martín, Bolívar y la deuda / Escribe: Ricardo Nasif






En agosto de 2003 el presidente Néstor Kirchner recibió calurosamente en Argentina al presidente de Venezuela Hugo Chávez. Uno de los temas centrales por entonces era la deuda “defaulteada” que estrangulaba cualquier posibilidad de desarrollo de nuestro país.

El encuentro en la Casa Rosada, toda una declaración de principios frente al imperialismo yanqui que por todos los medios pretendía demonizar y aislar a Chávez, sirvió de plafón para las primeras grandes definiciones políticas comunes entre Argentina y Venezuela.


“Es necesario llevar este mensaje al mundo desarrollado para que de una vez y para siempre se comprenda que no se puede seguir condenando a nuestros pueblos a la pobreza y la marginación para simular el cumplimiento de una deuda impagable (…) El endeudamiento de las naciones con el sistema financiero internacional se convierte en un ancla que las inmoviliza…”, dijo Kirchner en la cumbre. Chávez, quien por esos días había propuesto la eliminación del FMI, acostumbrado a darle dimensión histórica a todas las problemáticas de los países sometidos, agregó: “Hemos sido saqueados por 500 años y se pretende seguirnos saqueando”.

Salvando las distancias y diferenciando claramente los contextos históricos, no es la primera vez que un líder argentino y uno venezolano han sido tan categóricos en sus concepciones sobre las deudas financieras que pretenden sojuzgar a los pueblos de nuestro continente y obturar así las posibilidades de la independencia real.

Existe un documento de José de San Martín, ninguneado por la historia dominante, que explica cabalmente que el tema de la deuda externa integraba una de las preocupaciones centrales del Libertador. Se trata del Estatuto Provisional dictado en Lima en 1821.

Una de las medidas más significativas que efectuó el General tras liberar Lima fue el dictado del Estatuto Provisional como base institucional para la independencia. En el primer artículo adicional de ese Estatuto se reconocieron todas las deudas heredadas del gobierno español excepto las que hubiesen sido “contraídas para mantener la esclavitud del Perú, y hostilizar a los demás pueblos independientes de América”.


Nunca antes en esta parte del mundo una norma jurídica había sido tan precisa y contundente sobre la ilegitimidad y el desconocimiento de las deudas externas tomadas en perjuicio de la libertad y la independencia de los pueblos.

Por ejemplo, la Constitución norteamericana de 1787 estableció que “Todas las deudas y compromisos contraídos con anterioridad a la adopción de esta Constitución serán igualmente válidos, por los Estados Unidos sujetos a esta Constitución, como lo eran al amparo de la Confederación”. Nada decía ese texto -madre del constitucionalismo liberal moderno- de las deudas ilegítimas.

Recién al concluir la guerra civil la reforma de 1866 dispuso que “los Estados Unidos, ni Estado alguno, asumirán ni pagarán deuda u obligación alguna, que se haya incurrido para auxiliar la insurrección o rebelión contra los Estados Unidos, ni reclamo alguno por emancipación o pérdida de esclavos; declarándose que todas esas deudas, obligaciones y reclamos, se considerarán ilegales, nulas y sin valor”.


Simón Bolívar tuvo pronunciamientos que, a la luz de los acontecimientos actuales, cobran un interés muy significativo. Cartas de Bolívar enviadas al Gral. Santander en 1823 y 1824 reflejan el hastío del Libertador con los usureros de la época: “… la deuda pública es un caos de horrores, de calamidades y de crímenes (...) Colombia una víctima cuyas entrañas despedazan esos buitres; ellos devoran con anticipación los sudores del pueblo de Colombia; ellos han destruido nuestro crédito moral, en tanto que no hemos recibido sino los más escasos auxilios. Cualquiera que sea el partido que se tome con esta deuda, es horrible: si la reconocemos dejamos de existir, si no (...) el oprobio”, escribió el Libertador en 1823 y un año más tarde insistió: “es asombroso lo que Usted me dice de los pagamentos que se han hecho en Colombia, y de los que todavía debemos (…) aborrezco más las deudas que a los españoles”.

Desde la pretensión misma de independencia de nuestras naciones los poderes imperiales utilizaron el endeudamiento como instrumento de dominación y hoy estamos dando en Argentina y América Latina una confrontación decisiva por la soberanía frente a los sectores más recalcitrantes del capitalismo. En este camino la palabra –y sobre todo las luchas- de los fundadores de nuestra Patria Grande resulta siempre una orientación fundamental.

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