MENDOZA / Transición al Proyecto Nacional / Escribe: Carlos Almenara






La conformación de los Estados-Nación en América Latina marca y cruza el espinel de toda la discusión historiográfica regional.

Recientemente se ha recuperado y hecho visible con enorme contundencia en las palabras y las acciones del gran Hugo Chávez y de otros presidentes del continente. Hasta su aparición eran voces subterráneas, de resistencia, las que bregaban por la integración de la Patria Grande.

En los ’60 Jorge Abelardo Ramos encontró una fórmula ingeniosa que describe bien el devenir histórico, postuló la idea que el éxito de las independencias nacionales era el fracaso de los libertadores en emancipar el continente. Bolívar, San Martín, Sucre, no lucharon por libertar países sino un sólo país, el gran país suramericano. Por eso el cruce de Los Andes no fue un acto altruista ni defensivo sino integrante de aquel proyecto.



Esta idea volvió con fuerza como herencia histórica este siglo XXI. Siempre está amenazada por países que prefieren pensarse individuales, establecer una relación directa con la metrópoli en desmedro de los vecinos. En general, es literalmente en desmedro de sus vecinos porque la metrópoli aguza las divisiones. Basta recordar, desordenadamente, los enfrentamientos de Argentina con Chile (incluyendo la alianza de Pinochet con Thatcher), de Argentina con Brasil, de Chile con Bolivia y Perú, la guerra contra Paraguay... y así en todo el continente. En cada caso hubo presencia imperial fogoneando el conflicto.

Este debate que vale para los países se replica a nivel de las provincias.

La idea de autonomía, una autonomía débil, a partir de la cual se establece una relación directa con la metrópoli, una autonomía que se basa en la escisión de la suerte colectiva continental ha sido muy pregnante en Mendoza y de hecho ha orientado y orienta buena parte de las reflexiones.

Es decir, no hay destino provincial sin destino nacional. Y no hay destino nacional sin destino continental.

Bueno, en realidad destino puede haber... subordinado. Me refiero a que no habrá progreso en todo su potencial, dignidad colectiva e individual ni cabal democracia sin un proyecto que de integración nacional y continental.



La creencia que Mendoza puede escaparle al contexto ha calado hondo. Se la ha llamado también “mendocinidad”. Por supuesto que todo aquello que tributa a fortalecer una identidad, a destacar valores útiles vinculados al esfuerzo y el trabajo son bienvenidos. No siempre han sido así considerados. Se ha fomentado una idea secesionista de nuestras provincias vecinas y de victimización respecto al gobierno nacional.

Estos son conceptos erróneos propagados de modo intencional. Una provincia aislada tiene un poder político débil, una democracia débil. A ese poder político débil las corporaciones locales le imponen la agenda y las decisiones con suma facilidad. Si lo hacen las corporaciones locales, imaginemos cuando tiene que negociar áreas petroleras (por decir algo) con corporaciones multinacionales...

La provincia vivió un tiempo de esclarecimiento respecto de esta necesidad y parece haber retrocedido al respecto.

Soy optimista de que la integración nacional y continental se impondrá porque va de la mano del signo de los tiempos. Una hegemonía imperial está cuestionada y las élites locales que se cuelgan del viejo orden para disciplinar internamente el conflicto social ya no encuentran argumentos en un momento rebosante de sentido.

El “provincialismo” es una variante de chauvinismo que sirve para tapar otras cosas. Una de sus versiones actuales refiere a un territorio de indefiniciones carente de proyección toda vez que tiene terminal en una de las variantes posibles de continuidad del presente ciclo.

Así, el camino de integración, requiere profundizar cada uno de los aspectos de desarrollo provincial. Su industria, su agro, sus recursos naturales, sus servicios. Todo ello en el marco de un modelo que sentó bases pero aún es incipiente. Requiere profundización y redefiniciones.



Mendoza no tiene posibilidades en el modelo agroexportador anclado en la ventaja comparativa nacional, la pampa húmeda. Sólo puede progresar de la mano de la industria y el mercado interno.

El gran desafío provincial es el del país todo. Integrar, incluir y aventar los fantasmas del pasado.

La propuesta del traslado de la capital del país, un proyecto que planteó Alfonsín en los albores de la recuperación democrática y recuperó hace pocos meses la presidenta es sumamente relevante para repensar el federalismo. Las élites locales están más entusiasmadas en agitar el fantasma de “lo malos que son con nosotros”.

Cada elección, cada cambio de equipos de gobierno nos da la oportunidad de no engañarnos a nosotros mismos y liberarnos de la tutela discursiva que supone otras tutelas estructurales.

(www.mdzol.com)

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