MENDOZA / Los argentinos no somos solo fútbol / Escribe: Roberto Follari






“Así somos los argentinos”, “así estamos ahora”, y parecidos sonsonetes hemos tenido que soportar repetidamente estos días, respecto del bochornoso espectáculo habido en la cancha de Boca.

Pero yo no estuve en la cancha, ni soy responsable de lo que pasó. Casi seguro que Ud., lector, tampoco tiene nada que ver. Incluso muchos de los que estaban en la cancha -que eran casi exclusivamente boquenses-, son ajenos a lo sucedido. Y si es cierto que los que hicieron esto son argentinos, los que no lo hicieron también lo son. Y estos últimos suman muchos más. Además, los vándalos que lo hicieron no nos representan a los demás, ni tampoco son un promedio de nuestras virtudes y defectos como población nacional. Muchos interesados en un uso político mezquino de lo sucedido (es más...¿y si lo que sucedió, lo fue para producir un hecho con efectos políticos?) se lanzaron a hacer acusaciones, y a tratar de desanimar a los ciudadanos diciendo que los barrabravas expresan el alma nacional. Lo repito: es cierto que ellos son parte de nosotros como país; pero también es cierto que en este país hay muchas cosas que son exactamente lo opuesto. ¿O no fuimos los argentinos quienes obtuvimos el Premio Nobel con una persona solidaria como Pérez Esquivel? ¿No son argentinas las Madres de Plaza de Mayo? ¿No fue argentino Favaloro? ¿No es argentino, y futbolista además, un hombre que ayuda a los de abajo como “Pupi” Zanetti? ¿No fue argentino un hombre mundialmente emblemático como el Che Guevara? ¿No es argentino el Papa?



La máquina del “hablemos sin saber” se desató tras el triste y prolongado espectáculo que se nos endilgara. El típico moralismo clasemediero llevó a echar la culpa a unos pocos inadaptados, mientras se disimulaba las responsabilidades de los directivos de Boca y -sobre todo- las del factor estructural: el fútbol como negocio descontrolado, del cual viven holgadamente jugadores, directivos, representantes, barrabravas y siguen firmas.

Hace rato que los barrabravas dan vueltas en el fútbol, y son hoy una hidra de mil cabezas difícil de aplastar. Pero hace 20 años, recién empezaban; y fue la complicidad silenciosa de mucha dirigencia (y de muchos difrerentes clubes) más la de la dirección de la AFA, la que incubó el monstruo. Unos pocos resistieron: Víctor Hugo Morales, inclaudicable desde el periodismo; aquel presidente de Vélez, aquel de Independiente... unos pocos. Hoy el negocio es tan grande, que se prenden empresarios que vienen de otros espacios, como Tinelli y Hugo Moyano. Todos “mojan”, aquí hay mucho por ganar. El personaje televisivo quiere incluso alzarse con la dirección de la AFA, aún cuando parece que los reglamentos no lo habilitan.

Hace 50 años, un futbolista ganaba menos de una cuarta parte de lo que hoy, en el puesto y condición equivalentes. Ahora, los derechos televisivos llevan las ganancias a cifras exponenciales, así como el precio de las entradas y la cantidad de partidos y de campeonatos, tan abusiva que ya algunos resultan un tanto grotescos. No importa. El espectáculo debe continuar.

La pasión colectiva en torno del fútbol es genuina, pero ya “el potrero” no existe. Todo es profesionalismo y negocio, desde las divisiones inferiores. Así, Messi fue llevado cuando era un niño a Barcelona.

Es que de esto hay que hablar, de la colonización del fútbol por el mercado y el dinero. Cuando se dice “esto es sólo deporte”, da un poco de risa: los intereses que allí se mueven, muy poco tienen de deportivo. Por ello, si bien no puede obviarse la responsabilidad de los jugadores de Boca por su actitud atenta a la barra brava del club e insolidaria con sus pares de River, hay que entender que esa actitud está en parte atada a la necesidad imperiosa de ganar. Porque los dirigentes quieren el dinero en juego; porque lo quieren los barrabravas (que interpretarían como “traición” cualquier solidaridad hacia los agredidos jugadores de River), porque la misma Confederación responsable, ha tendido a mantener los partidos aún en medio de las peores agresiones. Así, estaban cuasi-obligados a ganar como fuera, aún en medio del ataque sufrido por los riverplatenses.



Todos sacaron conclusiones antes de que se haga la investigación. No sabemos quién fue el responsable, si tuvo cómplices, si hubo instigadores de más alto nivel dentro o fuera del club. No podemos sacar conclusiones de lo que desconocemos, no hagamos como se hizo con Nisman; hoy, por suerte, no ha surgido la ingenuidad de quien se ponga un cartel en nombre de los agredidos en la cancha, pero quizá aún no hemos visto le peor en la búsqueda de aprovechar el hecho en un año electoral.

Se dijo que la pena contra Boca iba a ser tremenda y ejemplar. Lo típico: querer resolver un problema estructural en términos moralistas. Igual que con la seguridad: “esto se arregla con mano dura”. Iba a ser la injusticia de que Boca pagara con dos años de suspensión, los desaguisados de múltiples clubes en largo tiempo: había que “acabar de cuajo” con todo esto. Lo cierto es que el ruido mediático no acertó nada en sus pronósticos. Y la pena, como un símbolo, fue sobre todo una multa económica: en el mundo de los negocios, las cosas se arreglan con dinero.

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