MENDOZA / ¡Shegua! / Escribe: Marcelo Sapunar



Parada muy firme en suelo argentino, en su suelo y el mío, sobre esta tierra nuestra, sobre la faz de nuestra Patria, ahí nos está hablando una de sus mejores hijas: Cristina, la compañera Presidenta.

Con la solvencia que genera el orgullo por todo lo hecho, no duda en ponerse al hombro estos doce años de gobiernos nacionales y populares con una pasión que no puede más que generar respeto.

Muy firme su parada, marcando los caminos del futuro, al mismo tiempo que nos conduce nos dice cómo piensa conducirnos en adelante. Y nos advierte los peligros acechantes de manos de los enemigos de los pueblos y sus Estados -aunque suene raro leer la palabra en mayúsculas y en plural-: estoy hablando de las corporaciones y de la prensa que detentan, representan, defienden al poder real en la Argentina.

Nos dice cuánto tiene para agradecernos por tantos sueños comunes, cuantos proyectos que aun van a beneficiar mucho más a nuestro pueblo, a la vez que encara la autocrítica de los propios soportes de la derecha fascista, asesina y ladrona, que se halla confundida en algunos pliegues oscuros del peronismo. La misma mujer que va de la risa compartida por algunos de sus juegos discursivos tan señalados, donde deja en evidencia a los peores elementos de la oposición mediática, es la que acaricia de forma tan especial la base del atril al que se aferra para hablar, sin leer una sola palabra de su brillante discurso, como siempre. Lo hace de un modo raro, especial. Me pregunto qué estoy advirtiendo antes de tomar estado consciente. Escucho que habla de Néstor, mientras le está dedicando este cierre bellísimo, apoteótico… mientras acaricia la tapa del féretro del ex presidente… de ese modo acaricia la base del atril cuando nombra al ex presidente, a su compañero, al nuestro. No puedo evitar mis lágrimas, que asoman también a través del dolor de esta tan hermosa como soberbia, tan ilustrada como militante, de la rutilante compañera Presidenta.



¿Estoy viendo… o estoy soñando? Porque en este momento dialoga con la Plaza de Mayo como sólo lo hicieron Perón, Evita y, pasando por la larga noche en la que Galtieri imaginó la inmortalidad de la última dictadura mientras esa misma plaza le cantaba Malvinas si, milicos no. Recuerdo al ex presidente Alfonsín que también tuvo algún momento de diálogo con su pueblo allí, aunque más no fuera para decirnos que seguíamos teniendo democracia: Felices pascuas. No. No estoy soñando. Cristina me habla a través de la gran plaza del pueblo replicada a través de la cadena nacional que utiliza para comenzar a despedirse de este modo de hacer política, sin dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada.

Es tan alta su estatura de estadista en el orden mundial desde hace años, que sigue y seguirá emocionándonos a varios millones de argentinos. La patria es el otro dirá, y continuará enumerando sueños, ideales.

Nunca me sentí interpelado del modo que lo siento desde hace doce años, desde esa cumbre, desde esa cúspide que tan bien ocupa, incisiva e inteligente, morocha e ilustrada, zurda e hija de colectivero, doctora en leyes y esposa, y madre, y viuda.

Y abuela… y shegua, mi querida y admirada ¡shegua!

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